Por Mago Martínez
Encélado, hasta hace unos años uno de los satélites infravalorados y menos observados del espectacular Saturno, hoy es uno de los candidatos más fuertes junto con Titán (satélite también de Saturno) y la poderosa Europa (una de las lunas del enorme Júpiter) para encontrar vida en cualquiera de sus modalidades estructurales.
En múltiples ocasiones, la sonda espacial Cassini sobrevoló Encélado sin resultados relevantes. Hasta que en su polo sur fueron observadas enormes columnas de vapor incluso más grandes que el mismo (hay que mencionar que Encélado tiene un diámetro de 505 kilómetros, siete veces más pequeña que nuestra luna). Gracias a esta observación, fue posible programar un sobrevuelo muy bajo de la sonda para la toma de muestras pasando a través de estas espectaculares columnas de agua.
¿Qué o quién está calentando el interior de Encélado para que estas más de 90 columnas emanen? Una de las teorías, que por cierto no es muy convincente, es que la fuerza gravitacional de Saturno está oprimiendo a Encélado, creando así fisuras en su corteza por donde escapa el agua a presión.
Los resultados son alentadores para los astrobiólogos… Encélado muestra la existencia de vastos océanos subterráneos para albergar la vida microbiana. O, ¿por qué no?, otro tipo de vida más avanzada.
Así pues, mis estimados lectores, Encélado, mi satélite favorito y un gran enigma que da origen al título de estas líneas, se colocan como el caballo negro de las apuestas para el tan anhelado anuncio oficial del descubrimiento de vida en otros planetas, aunque sea a nivel molecular. Esto sería el primer paso y, por supuesto, la antesala para la admisión de la existencia de vida inteligente.